La fascinante historia de la Diosa Viviente Kumari, en Nepal

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En el corazón de Katmandú, en Nepal, existe una de las tradiciones más enigmáticas y sagradas del mundo: la Diosa Viviente Kumari, una práctica milenaria propia de la cultura nepalí, en la cual, se escoge a una niña como la encarnación en la Tierra de la diosa hindú Taleju; toda una figura de veneración y misterio, cuya vida está marcada por rituales ancestrales y responsabilidad.


Dicha tradición se remonta muchos siglos atrás en el Valle de Katmandú y aunque sus orígenes exactos no están claros, la leyenda más popular habla de la dinastía Malla, la cual gobernó la región desde el s.XII hasta el s.XVIII. La leyenda más extendida cuenta sobre el rey Jayaprakash Malla, el último rey Malla de Katmandú y quien jugaba a las cartas con la diosa Taleju cada noche. Un día, la reina los espió y la diosa se sintió muy ofendida por la intrusión, anunciando que jamás volvería a aparecer ante el rey pero prometió manifestarse en el cuerpo de una niña de la casta Shakya, misma casta a la que pertenecía Buda) con la condición de que fuera pura y sin manchas, siendo así como nació esta tradición.


La elección de una Kumari es un proceso bastante riguroso y también místico que se lleva a cabo por sacerdotes y astrólogos de alto rango. La niña debe de pertenecer a la comunidad Newar de la casta Shakya y cumplir con una serie de criterios físicos y espirituales muy específicos, los cuales que creen que son signos de divinidad. Por ejemplos, tener 32 "lakshinas" o perfecciones, como la forma de los ojos, una voz clara, piel inmaculada, dentadura perfecta y ausencia de cicatrices o enfermedades previas, y signos astrológicos favorables, como pueden ser que su horóscopo debe alinearse con el de los reyes de Nepal y con el de la nación.


La prueba final que debe de pasar esta niña es llevarla a una habitación oscura donde hay cabezas de animales sacrificados y máscaras demoníacas; si la niña no tiene miedo, se considera una señal de su divinidad y también se espera que escoja las pertenencias de la Kumari anterior. La vida de una Kumari es bastante peculiar y también aislada. Reside en el Kumari Ghar, un palacio en el centro de Katmandú y tiene una rutina muy estricta de oraciones, rituales y apariciones públicas. Sus pies se consideran sagrados y nunca deben de tocar el suelo fuera de la que es su residencia, motivo por el que es llevada en un palaquín. Durante festivales es paseada en una carroza por las calles de Katmandú y se cree que su mirada tiene el poder de conceder bendiciones y de purificar.


El reinado de una Kumari termina con la primera menstruación o la primera pérdida de sangre, como de una herida, ya que se considera que la diosa ha abandonado su cuerpo, pudiendo regresar a su vida anterior. Todo un testimonio vivo de la riqueza cultural y espiritual de Nepal.